24 septiembre 2008

Maldito materialismo...



















[Vivo]Entre palbras y entre voces
de la maldita descontentura
profana de la sociedad
Enterrada en ropaje de amargura
Zapatos de orgullo
Y prendas de vanidad.

Suciedad de entreluces
Envuelta en plafón
Sabana de colores mugrientos
Asquerosa desventura
Mugre en el planeta Verde

Muertos por dentro
En esto me enredo
En el nudo de un cuento
Soñando con ser...
Sin saber quien soy

Que cuando sale el sol
Desnuda me encuentro
Con la esperanza de que en la noche
Se borrace de mi este atuendo.

Derechos Reservados VeronicaRodzRosas 2008 ©
Veronica de Cartagena


22 septiembre 2008

El Cementerio de los Espiritus


Desperté en medio de un silencio interno y al sentir como una lágrima caída del cielo (pues no creía cierto el aún tener ojos pues no veía nada) rozaba mis mejillas y refrescaba mi piel. Me toque las manos y palpe mi cuerpo hasta llegar a mis pies. Era yo, si, aún era mi cuerpo, pero no se sentía así. Se sentía raro, diferente. Me encontraba desnuda pero mi desnudez era interior. Estaba sola, de eso estaba segura, no veía nada y tampoco sentía a nadie. Así estuve horas sentada en el cemento, digo cemento pues se sentía duro y áspero, sabia que estaba afuera ya que la brisa de la noche me azotaba fuertemente y no podía parar de temblar. Intentando quedarme lo más quieta posible, abrazándome las rodillas me quede esperando lo inesperado.
Lo primero que vi, fue así que descubrí que podía ver, fue un rayito de luz blanca en frente mió. Parecía salir de la nada pero no era así, estaba amaneciendo. Pronto vi todo lo que había percibido anteriormente y que como creí, estaba afuera y en el cemento. No supe exactamente en donde me encontraba, ni mucho menos por qué. Solo supe que estaba tirada en las aceras de una ciudad desconocida y tenebrosa.
Poco a poco fue aclarando mas el día y yo me quede inmóvil en ese rincón en donde desperté tan súbitamente. Entonces todo a mí alrededor empezó a dar vueltas, estaba perdida. Perdida y sola, no sabía como llegue ni mucho menos como salir de allí. Por instinto me levante y comencé a caminar. Tampoco sabia en que dirección me dirigía ni un destino especifico, solo sabia que si seguía caminando pronto encontraría algo.
Así fue como las encontré. Si. De repente el escenario cambio, las luces cambiaron el ritmo y se encendieron dándole vida al otoño. Caminaba entre edificios de papel y me encontré con un encendido de multicolores enigmas. Cientos de escarabajos corrían por la calle y se escurrieron entre rendijas. Todos se dirigían en la misma dirección formando líneas de tornasol. Boba por la hermosura del tráfico de colores, fue así que choque de frente con ella. La primera estatua del cementerio de los espiritus. Era una mujer gorda con los pies chiquitos y los ojos pulidos. Me estuvieron muy curiosos los pies al ser exageradamente pequeños ya que pensé que quien hubiese creado tan semejante estatua se canso cuando llego a los pies o quizás se le acabo el material. De todos modos los ojos eran más impresionantes aun, puesto que no tenían expresión alguna. Si querías imaginarte la figura alegre, podías, o triste, también. Me quede observándola largo rato pero como no encontré algo que me interesara mas que sus ojos, decidí continuar caminando. Entonces fue que entré por los amplios portones del cementerio. Curiosamente era como un pueblo, había gente, bueno estatuas, de todo tipo. Dones jugando baraja con las expresiones adecuadas de alegría o molestia por estar ganando o perdiendo el partido. Doñas con las caras de sorpresa e indignación ante un chisme nuevo. Madres corriendo detrás de sus hijos, niños corriendo detrás de niñas para jalarle las trenzas, niñas corriendo detrás de una mariposa para atraparla. Adolescentes sentados en grupitos de tres o cuatro escuchando música, hojeando revistas, despreciándose mutuamente. Toda una civilización plasmada en piedra. Así comenzó mi travesía hacia lo más profundo de ese extraño lugar. Nuevamente volví a quedar ciega y como no podía continuar andando sin poder ver decidí sentarme allí mismo donde me había quedado parada y dormir.
Desperté de la misma manera que la noche anterior, desnuda, sola y con una lágrima en la mejilla, solo que esta vez sabia lo que me esperaba.. Con el primer rayito de luz blanca me puse en pie y espere a que aclarara un poco y bajara la neblina para pode continuar la marcha. Cuando por fin vi bien, noté al frente mió, la estatua de un hombre pequeño y calvo con la expresión de la más profunda amargura. Nuevamente volví a preguntarme: ¿Quién había construido estas estatuas y por que así, de esta manera tan cruda? Continué andando, enredándome en un laberinto de estatuas de todo tipo. Había gente normal y animales normales, es decir con sus respectivas partes en donde van. Pero, también había un tipo con cabeza de gallo, una vaca con cabeza de cocodrilo, una lombriz con una lagrima y un bebe con orejas de conéjo. Entonces comprendí que el artista eventualmente fue volviéndose loco. Quizás fueron los químicos o el polvo que le destruyeron las neuronas. O, quizás simplemente la soledad lo enloqueció. De todos modos llegue a la conclusión de que estaba loco, loco de remate.
Así pasaron muchos días y noches, me dormía en donde se apagara la luz, sin más refugio que el cielo sobre mí, y despertaba al primer rayito de luz blanca. No llevaba cuenta del tiempo ni de por donde caminaba. Comencé a sentir la soledad y el mármol me volvía loca. El temor de convertirme en el escultor me aterrorizaba. De pronto, una mañana me dio por decirle buenos días a una señora que iba a cruzar la calle. Llevaba una sombrilla abierta para cubrirse de sol y una sonrisa lo suficientemente amigable, así que me decidí a hablarle. Me la pase todo el día conversando con ella. Me imagine que se llamaba doña Ester y que le gustaba el jugo de toronja y que tenia cuatro hijos que se fueron del país por que no les gustaba el clima ni el olor a ceniza. Me despedí cuando oscureció. A la mañana siguiente volví a hablarle a las estatuas. Escogí ir a donde un niño que estaba sentado en el piso llorando y me dió mucha lástima. Luego supe que se llamaba Esteban. Me dijo que lloraba por que se le había perdido su mamá y entonces fue que yo le dije que le ayudaría a buscarla pero no la encontramos. También otro día conocí a don Eurelio que había sido maestro, a Carmencita que la había dejado el novio, a Ramón que era revolucionista y a Tita que no se acordaba ni de su propio nombre así que decidí llamarla Tita.
Poco a poco fui perdiendo la cordura, deje de sentir frió y nada más que las historias importaban. Un día volví a ver el arcoiris de escarabajos, se dirigían como tren en rieles, derechitos en una misma dirección y por curiosidad decidí seguirlos. Emprendí la marcha muy pegada a la tierra, siguiéndolas pasito a pasito, sin descanso. Ese día no hable con nadie y cuando se apagó la luz sólo rogué que en la mañana estuviesen allí para yo seguirlos. Al despertar y levantarme, choqué con el mármol de una estatua que no recordaba que estuviese ahí cuando me dormí la noche anterior. No dolió, solo me molestó por que estaba desorientada. Cuando por fin pude ver, me di cuenta de que los escarabajos ya no estaban allí, no me habían esperado. Me moleste tanto que comencé a gritarle a las estatuas a mi alrededor. Las acuse de haberlos espantado. Les grite insultos que yo recuerdo nunca haber escuchado antes. Ellas indignadas, me ignoraron.
Llore, llore como hacia tiempo no lloraba. Llore de rabia, de alegría por saber que todavía podía sentir rabia y de tristeza por que la alegría ya casi no la sentía. Desesperada comencé a correr. Corrí todo el día sin agotarme y cuando oscureció continué corriendo. Nunca supe como no choque con nada, solo corría. Corría para escapar, para alejarme del mármol de las estatuas, de los inmóviles. Pero mientras mas corría mas me sumergía en esa espantosa laguna de expresiones. Entonces me deje caer, me deje caer sobre los brazos de una de ellas, me rendí. En la mañana pude ver que era un hombre con cara de desesperación como si buscara a alguien. Le hablé y no me contesto, volví a preguntar a quien buscaba y nada. Intente todo, dándole cantazos, gritándole, empujandole, ignorandolo y nada, entonces le observe cuidadosamente y vi en sus ojos la misma soledad que yo sentía. Sentí compasión por ese hombre de piedra y lo abracé. Lo abrasé por horas, le acaricie la piel, le dije tiernos sueños al oído y rendida ante su serenidad le bese. Así fue que me convertí yo en piedra. Caí en su trampa, mis brazos se entrelazaron con los suyos y mis labios y los suyos se forjaron para siempre juntos. Por ultimo cerré los ojos pues él había cerrado los suyos. El laberinto ya me habia consumido. Nunca supe si fue para bien o para mal solo estaba alegre del resultado.


EPILOGO
Que quede claro que la historia no termino ahí, sino que como antes, todas las noches quedaba inmóvil en donde estuviese y despertaba al primer rayito de luz blanca. Sólo que ahora estaba acompañada de un ángel y todo a mi alrededor cobro vida.
Derechos Reservados VeroRodzRosas 2008©

Verónica de Cartagena

Argumentos Desconocidos II


Yo soy un alma envuelta y entrelazada en acordes
Ando despabilada
Vagando entre los mares de tu ausencia
Una rima libre y desalineada
Que siente, vuela y vive
Impulsada por el enloquecido ritmo
De los sueños indomables
De esta opera sin fin.

La nota más discordante
En la desafinada canción
Que se esgarita incansablemente
En el aurora de las mentes

El canto muerto y vivo
Del colorido sordo-mudo
Que se desvela puntualmente
Para ahuyentar enfurecido la noche
Y anunciar la misericordia de otro día

Yo llevo en mí,
Lo que anhelo que tú cargues contigo.

Los pasos que anduvieron por mí
Los tropiezos que grabaron en mil miradas
Los cuentos que pasaron de lengua en lengua
Y un latido que canta al ritmo de mi espíritu.

Yo soy una semilla de mi patria
Soy hija de mi bandera
Y de la luna que le dio brillo a mi estrella
Y, ¿es que no lo entiendes?
Yo soy tuY tú, eres yo.
Derechos Reservados VeroRodzRosas 2008©


Veronica de Cartagena

Ignorante Desafío


Derechos Reservados VeroRodzRosas 2008©
Suicidio
Silenciar el Corazón
Ultrajar los sueños
Incapacitar la fe
Cegar el alma
Inmoralidad humana
Debilidad mental
Inconsciencia ante los actos
Oscurecer la vida


En el nombre del valiente
Del que vive y del que siente
Come, siembra y padece
Despedimos al que vivió inconsciente
Despojándose del mundo
Decidió marcharse y no vuelve

Rápido, rápido, rápido
Late el corazón
Da su última carrera
Entona su última canción

El ritmo dulce de la vida
Ella lo calló
Y ese paso retumbante
En silencio lo dejo

Se quitó la vida,
Ahuyentó su alma.
Declarándose rendida,
Mutiló su esperanza.

Sin razón suficiente
Sin motivo alguno
Más allá del ignorante desafío
Hizo correr la sangre
Ultrajando al corazón
Depravándolo de su canción

Llora el niño
Viendo a su madre rendida
Era su sangre, su vida
Su calor y su respiro
Bajo su ala rota él también muere

Te has rendido; ¡inmoral!
Derramaste sangre de más
Si arrepentida estas,
Lo lamento, no hay vuelta atrás.

Hincaste tus rodillas
Te has ido vencida
Ni gota de dignidad
En tu partida

Eres el poeta
Que pinta con la pluma
En la punta de la lengua
Una vida de lujuria
Que ni en sueños obtendría
Y despechado se desvanecería

Entenderé sin desespero
La vida es solo una y
Si el lápiz parase de escribir
Canciones de amor, al atardecer
Entonces, ¿qué uno ha de ser?
Sin un propósito por el cual nacer

La muerte es muerte y ya
El forzarla no la cambia.
El inesperado porvenir
Seguirá siendo inesperado

En el nombre del valiente
Del que no se rinde ante la muerte
Le pedimos al sumiso delirante
Que no sea insensato
Que un buen día
La felicidad le viene

En nombre tuyo y mío
Que no hemos rendido la vida ante la suerte
Le pedimos al que esté pensando en irse
Que piense bien en los que quedamos
Pues el muerto pronto ya será pasado
Pero nosotros, aquí
Muertos en vida, nos quedamos.

Derechos Reservados VeroRodzRosas 2008©




Veronica de Cartagena

MORIBUNDO

Derechos Reservados VeroRodzRosas 2008©












Andando, Andando
Por el mundo
Vaga el hombre moribundo
Llora él, llora el corazón,
Lloro yo, pensando
Que sin patria me estoy quedando.

Esclavizados por la vagancia
Posponiendo lo inevitable
En nuestra conciencia, olvidado
El deseo de saber a donde vamos
Vencidos por la comodidad
A un lado echamos los problemas
Y el moribundo sigue andando.

Moribundo anda mi pueblo
Más de cincuenta años sin un cambio
Cuatrienio tras cuatrienio
Permitiendo ser cegados
Por el próximo pendejo en línea
Que venga esparramando asfalto.
Creemos, idolatralizamos y eventualmente,
Escogemos al payaso
Con disfraz de visionario.

La política es un teatro
Una táctica, una fanfaneria
Una rivalidad indiscreta
A ver quien toma por el cuello
A este pueblo, ciego, pobre y moribundo.

Ciegos somos por que queremos
Dependientes, por cobardes.
Acostumbrados a una vida lujuriosa
La codicia nos ciega.

Hondeando al viento la bandera.
Van llevando su serenata de lotería.
Poco a poco se derrama la última gota,
La confianza se está acabando.

Moribundo está mi corazón.
El orgullo nos define.
Orgullo de ser de aquí,
Aunque esta joya tenga mugre,
Aunque sucia este, no la limpiamos
Y hasta descaradamente la despreciamos.

El día en que se acabe todo,
Nuestras mentes rendidas ante el miedo
Y el temor gane este conflicto.
Al bajar la guardia,
Zambullidos en nuestra propia porquería.

Se acabó el orgullo.
Se quemo la bandera.
En el olvido quedo mi Puerto Rico.
Muerto acabó el Moribundo.

Derechos Reservados VeroRodzRosas 2008©


Veronica de Cartagena

Desperté


La tarde que la vi se encontraba sentada junto al riachuelo que pasaba por detrás de su casa. Llevaba el pelo revuelto, sus rizos color azabache escapándosele del emburujo de trenza que había intentado confeccionar en la mañana. Su traje ya no parecía blanco, estaba del color de la tierra por tanto revolcarse en ella. Me miró y vi que tenía los ojos hinchados porque había estado llorando. Lentamente me fui acercando y me sorprendió cuando me dijo:
-“Lloro porque vivo pero estoy muerta, porque camino, pero llego a ningún lado, porque hablo, pero no me escuchan, porque amo, pero no es suficiente. Lloro porque hago, pero no me ayudan.”

La vi levantarse y sacudir su ropaje, un intento en vano, pero, ni modo, un intento. Se acercó hacia mí y me dijo que le siguiera. Yo la miraba con asombro. Su espontánea sinceridad me tenía perpleja y estuve varios segundos en procesar sus palabras, hasta ponerme en pie y seguirla. Caminaba con una gracia, no semejante a la de alguna otra mujer que yo hubiese visto. Iba despacio, con una leve alegría. ¿Quizás, el saber que alguien seguía sus pasos? Me pregunto, aún al día de hoy, si en verdad llevaba consigo algún destino. Pero no, en ese momento, no me interesaba. Tal vez estaba tan embelezada que ni me había pasado por la cabeza. Sólo quería conocerla, escuchar su dulce voz una vez más y otra vez después de esa.
Sin alertarme, se detuvo y si no fuese por que la iba mirando tan intensamente, hubiese chocado con ella. Entonces fue que se me ocurrió mirar a mí alrededor. Le quité la vista de encima, pero sólo por un segundo, no quería perderla. Me había dirigido a un precipicio. Era un lugar nuevo y extraño. Yo llevaba varios años viviendo por allí y nunca lo había visto. Me estuvo raro ya que me gustaba caminar mucho por esos campos y cualquiera a quien se le preguntase de seguro le diría que nadie conoce esos lados como yo. Conocía cada árbol, cada riachuelo, cada tronco viejo, cada lomita, las subidas y las bajadas de esas tierras. Lo conocía todo mejor que a mis propias manos. Me dirigí hacia ella mientras intentaba concentrar mi mente para poder hablarle. Quería cuestionarla. ¿Dónde estábamos? ¿Por qué me había llevado hasta allí? ¿Con qué propósito? ¿Quién era? ¿Cómo se llamaba? ¿Por qué a mí? Quería saber todo esto y mucho más pero las palabras parecían no querer salir de mi boca. Estaba muda. Deseaba que ella contestara todo sin yo tener que preguntárselo. Entonces, acercándose al precipicio y mirando hacia el vacío, me dijo:
- “Acércate,” y lo hice. “Yo lloro por ti y por mí. Lloro porque pretendes que te sigan pero tu no me sigues a mí.”

Habiendo dicho estas palabras, me miró con un brillo intenso de esperanza escapándosele de las pupilas y se tiró al abismo. Mi corazón comenzó a latir tan fuerte que sentía que se me iba a salir del pecho. Sabía que no ganaba nada si me tiraba, ya que no la salvaría, pero no podía dejarla ir. Sin pensarlo más me dejé caer y me sentí volar, me sentí libre.
En ese momento desperté. Desperté sintiéndome alegre, completa, sintiéndome con un propósito. Me levanté con prisa, desesperada por mirarme en el espejo y comprobar lo que sentía. Así fue, me miré con asombro, cuidadosamente palpando mi piel, observé mi cuerpo y mi cara. Sentí salir de mí un resplandor nuevo, era ella. Estaba dentro de mí, estaba llena de gozo por que había escuchado su voz y le había seguido. Supe entonces que no fue un sueño, sino un encuentro. Un encuentro de cuerpo y alma, de alma y cuerpo.
Derechos Reservados VeroRodzRosas 2008©

Veronica de Cartagena